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Fragmento de El político y el científico de Max Weber (Pág. 116)

 

La demagogia moderna se sirve también del discurso, pero aunque utiliza el discurso en cantidades aterradoras (basta pensar en la cantidad de discursos electorales que ha de pronunciar cualquier candidato moderno) su instrumento permanente es la palabra impresa. El publicista político y sobretodo el periodista son los representantes más notables de la figura del demagogo en la actualidad [...] El periodista comparte con todos los demagogos, así como también con el abogado y el artista, el destino de escapar a toda clasificación social precisa. Pertenece a una especie de casta paria que la sociedad juzga siempre de acuerdo con el comportamiento de sus miembros moralmente peores.

 

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Sun Tzu escribió: “uno puede conocer la condición de todo un ejército por el comportamiento de un simple hombre”. Aplicado el texto a la estrategia militar, el autor de El arte de la guerra observó que la visión de cada soldado era equivalente a la de su compatriota. Todos funcionaban como un mismo ser y quien no lo hacía, quedaba excluido y moría. El libro, datado aproximadamente en el siglo V a.C., buscaba la metodología de actuación de los grupos de personas que conformaban los imperios chinos. ¿Qué nos diferencia hoy de aquellos soldados que se guiaban por unos principios generalizados?

 

El pensamiento es único y diferente en cada uno de nosotros, dos palabras peligrosas en un contexto donde el que no actúa como los demás es considerado extraño. Pero  somos lo que somos gracias a las ideas de las que nos nutrimos, conocimientos que nos hacen ver la realidad de una forma determinada. El filósofo y escritor, Jean Paul Sartre, hace una reflexión interesante: “el hombre está condenado a ser libre: porque una vez arrojado al mundo, él es responsable de todo lo que hace”. Si bien es cierto que podemos elegir qué pensamientos queremos desarrollar, también podríamos rebatir que nuestro juicio de valor es esclavo de una cadena de ideas que se han construido a lo largo de la historia. ¿Es esa la libertad de la que habla Sartre?

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Cuando solidificamos esas creencias en nuestra forma de pensar, llega el momento en que cada individuo toma un camino. El comportamiento del que habla Sun Tzu se traslada al siglo XXI y con él, un concepto que saca el lado más insensible del hombre: los estereotipos. Ideas inalterables aceptadas por grupos de personas que tienen inculcado un concepto erróneo de la realidad. Los estereotipos son el camino fácil para la socialización del hombre más débil. Tener la conciencia de formar parte de un grupo social es un objetivo, a primera vista, elemental para sentirse bien con uno mismo. Sin embargo, esa calle sin salida nos hace cómplices de ese grupo del que tanto nos queremos alejar.

 

La incredulidad llega a límites irracionales. Weber hace referencia a la catalogación de los periodistas, concebidos como “una especie de casta paria”. Esa clasificación también se puede llevar a otros ámbitos de carácter general, como el ideal de belleza o la superioridad del mundo occidental. Resulta sencillo desprenderse de un concepto tan básico y anticuado, pero no somos conscientes de que arrebatarnos semejantes pensamientos es imposible.

 

La sociedad está al servicio del pasado y cada paso adelante, se transforma en dos pasos atrás. Ni retrocediendo en el tiempo sería el individuo capaz de superar algo que tiene innato en sí mismo, una idea de la vida que depende del otro. Cuanto más profundo es el análisis, más difícil es saber si las propias palabras que uno escribe son fruto de una conversación, la relación con una persona o incluso el pensamiento de un compatriota. 

La incapacidad de ser diferente

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